martes, 15 de noviembre de 2011

El último cigarro

Fran lo decidió un buen día a sus 27 años: iba a dejar de fumar.

Era una noche fría de invierno y volvía a su casa después de una noche de fiesta. El humo del cigarro se entremezclaba con el vaho y esa imagen fue lo que le hizo decidir algo tan radical: no quería que su vida dependiera de algo tan natural y artificial a la vez. Tiró ese cigarro tras darle una calada convencido de que iba a ser su último cigarro. Pero no era así: en la cajetilla aún le quedaba uno.

Esa noche, en la cama, le dio vueltas a qué haría con ese último cigarro y justo antes de cerrar los ojos, decidió que se lo fumaría cuando encontrara la mejor situación para hacerlo. Y así, al día siguiente salió de casa con el cigarro sin encender en la boca en búsqueda de ese momento ideal.

Los años fueron pasando y ya se había acostumbrado a esas miradas curiosas que la gente le dirigía al cruzarse con él. Incluso a esas que le llamaban loco a gritos silenciosos. Pero aún no había encontrado el momento. Cada noche, al llegar a casa, dejaba el cigarro en su mesita y lo cogía al día siguiente para llevárselo a los labios. Se había convertido en una rutina dentro de la aventura de hallar el momento adecuado.

Fran se convirtió en Francisco y en su pelo comenzaban a ganar la partida las canas. Pero no hallaba ese momento. Sus amigos, a los que había contado su decisión, se habían cansado de intentar hacerle ver que era una tontería y se habían acostumbrado a obviar ese cigarro sin encender que campaba en los labios de Francisco. Era ya algo inherente a la figura de su amigo.

Pasaron los años y el bastón comenzó a acompañar al cigarro como artículos extras en la vestimenta de Paco, como ya le conocían. Pero Paco no había encontrado ese momento.

Y así un buen día, mientras estaba sentado en un banco viendo la vida pasar con un cigarro sin encender en los labios, un niño se le acercó:
- ¿Por qué tienes un cigarro sin encender en la boca? - le preguntó con la inocencia típica de su edad.
- Estoy esperando el momento ideal para fumarlo y dejar de fumar. - le respondió con una media sonrisa.
- ¿Y cuánto tiempo llevas con ese cigarro en la boca?
- Casi 50 años ya.
- ¿Y no has fumado en este tiempo?
- No, estoy esperando el momento para este último. Tiene que ser ideal.
- ¿Y lo necesitas?
- Este cigarro ha sido parte de mi vida. Creo que merece el mejor final posible.
- ¿Y tú?
- ¿Yo? - Paco se quedó perplejo ante esa pregunta. Nunca se lo había planteado.
- Sí. ¿necesitas ese cigarro? Creo que un helado de fresa te gustará más.

Paco miró al niño y entonces se dio cuenta de todo. Había dejado de fumar sin necesidad de ese último cigarro. Llevaba toda la vida esperando ese momento ideal que nunca había llegado. Se levantaba todos los días con esa esperanza y se acostaba pensando que sería al día siguiente. Había tirado su vida buscando la perfección.
Y justo en ese momento se dio cuenta de que quería ese helado de fresa, algo que había surgido de manera inesperada.

Y así, Paco se levantó y tiró el cigarro a la papelera más cercana y se despidió de él:
- Adiós. Me voy a tomar un helado de fresa y después...después, que la vida me sorprenda.